Radiografía de las bebidas energéticas, una de las drogas más consumidas por niños y adolescentes uruguayos

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Los datos de una nueva encuesta nacional sobre el consumo de drogas en estudiantes de secundaria media muestra cómo se disparó el consumo de las llamadas bebidas energéticas entre los más jóvenes.

Hace pocos días se divulgaron los datos de una nueva encuesta nacional sobre el consumo de drogas en estudiantes de secundaria media. De entre todos los nuevos datos que arrojó el estudio, hubo uno que llamó particularmente la atención de los especialistas: cómo se disparó el consumo de las bebidas energéticas entre los más jóvenes.

Si en 2018 el 39% de los encuestados dijo haber consumido algún tipo de bebidas energéticas en los últimos 12 meses, en 2021 ese número escaló al 54%.

Ahora bien, ¿por qué esto es una preocupación? Básicamente porque las bebidas energéticas no están recomendadas para niños y en los adolescentes sus efectos todavía no están del todo estudiados.

Sin embargo, analizando algunos de sus principales componentes, los investigadores llegaron a algunas conclusiones.

Antes que nada, una definición. Una bebida energética o estimulante es una bebida no alcohólica que, usualmente, contiene cafeína, azúcar, taurina, vitaminas, guaraná y otros componentes.

Por lo general son buscadas por sus consumidores para obtener sus efectos. Que van desde un aumento del estado de alerta y atención hasta el aumento de la presión arterial, frecuencia cardíaca y respiratoria.

Esto es producto de la liberación de adrenalina que genera la ingesta de cafeína en estas bebidas. La cafeína es la sustancia psicoactiva más consumida del mundo. La dosis máxima diaria de cafeína recomendada en adultos es de 400 miligramos al día. Esto equivale a cuatro tazas de café al día. Mientras que la dosis máxima diaria de cafeína recomendada en adolescentes es de 120 miligramos.

Las bebidas energéticas en lata de 470 mililitros contienen 85 miligramos de cafeína. Es decir que el contenido de una lata y media ya excede los límites diarios recomendados para adolescentes.

Esto sin contar la cafeína presente en el extracto de guaraná, cuyos granos tienen el doble de cafeína que los de café. El exceso de cafeína puede provocar agitaciones, palpitaciones y temblores.

Pero también están las altas cantidades de azúcar. Una lata de energizante contiene 54 gramos de azúcar. Siendo 25 gramos la cantidad diaria recomendada en adolescentes, una sola lata duplica estas cantidades.

El exceso en el consumo de azúcar está asociado a problemas de salud como caries, sobrepeso o diabetes tipo 2.

Entonces llegamos a uno de los componentes más particulares de estas bebidas: la taurina. La taurina es un aminoácido presente de forma natural en alimentos como la carne, el pescado, los mariscos, el huevo, los lácteos y las legumbres. Cumple funciones muy importantes, como regular el movimiento de nuestro corazón y otros músculos y el sistema nervioso central. En las bebidas está presente en dosis mucho más altas que en alimentos naturales. No hay suficiente evidencia científica que asegure que la taurina en altas concentraciones suponga un riesgo para la salud. Tampoco que ayude a mejorar el rendimiento físico, es más bien marketing que envuelve a estas bebidas.

«Hay un nivel de peligrosidad que no está del todo claro con este consumo»

Los efectos se sienten casi al instante. Cuando una bebida energética toca las papilas gustativas, la boca se llena de moléculas de azúcar y el cerebro manda su señal de recompensa: un estallido de dopamina que provoca una rápida sensación de bienestar.

Diez minutos después la presión arterial y el ritmo cardíaco aumentan en respuesta a la liberación de adrenalina, resultado de la alta ingesta de cafeína.

Así, las bebidas energéticas generan un efecto estimulante y una sensación de alerta para quienes las consumen. ¿Quién no necesitó un poco de cafeína antes de encarar una velada de estudio o trabajo? Pero sucede que la alarma, según los datos arrojados en la última encuesta nacional sobre la incidencia de drogas en estudiantes de secundaria media, está en los altos niveles de consumo de estas bebidas entre niños y adolescentes, para quienes están específicamente desaconsejadas. 

«Los niños y los adolescentes son personas que tienen características diferentes a la de los adultos. No son miniaturas nuestras, sino que son personas con características particulares que hacen que su sistema nervioso, su sistema de eliminación de sustancias como son los riñones, el hígado e incluso el corazón, tienen un funcionamiento diferente al de los adultos. Es decir, falta madurar y entonces muchas veces las sustancias psicoactivas tienen mayores daños en ellos», dijo Alba Negrín, toxicóloga de la Secretaría Nacional de Drogas.

Es por esto que no se trata únicamente de una cuestión de dosis, sino de quién consume esta dosis. Además, los especialistas coinciden en que hay una baja percepción del riesgo en estas bebidas, en parte porque cualquiera puede acceder a ellas pagando en un kiosco o supermercado.

«Los adultos usamos mucha cafeína y no tenemos tal vez nosotros tampoco, la percepción del riesgo que corren los gurises cuando usan cafeína. Creemos que son inocuas por esa cercanía tan grande que tenemos con la cafeína y las bebidas», afirmó Negrín.

Quienes vienen siguiendo estos temas hace años, observan que ya hace dos décadas que el consumo de bebidas energéticas viene en franco aumento en Uruguay y el resto del mundo, pero que es complejo establecer los porqués detrás de esta realidad.

«Hay un nivel de peligrosidad que no está del todo claro con este consumo. Yo creo que la adolescencia, claramente influenciada por factores sociales como son las amistades y la curiosidad, que es el segundo factor más importante para experimentar con drogas, está jugando un papel. Cualquier droga que tenga una estructura marketinera detrás va a funcionar», apuntó Paul Ruiz, psicólogo y docente de la Universidad de la República especializado en adolescencia y drogas.

El consumo de estas bebidas, además, suele estar asociada a la ingesta de alcohol.

«Cuando esto ocurre así, sobre todo con bebidas alcohólicas de alta graduación, lo que pasa es que se contrarrestan los efectos y los adolescentes siguen tomando más cantidad de alcohol. No se dan tanto cuenta de la borrachera que están cursando», señaló Negrín.

Los especialistas aseguran que el destape de estos datos no busca criminalizar ni perseguir a ninguna sustancia, sino poner toda la información arriba de la mesa y motivar el diálogo alrededor de estos temas con la familia o la comunidad socioafectiva de referencia para cada adolescente. «Tenemos que tener presente que no hay buenos y malos, sino que hay usos más seguros y usos de riesgo de las sustancias psicoactivas», dijo Negrín.

Fuente: Teledoce