«Ellos no son tus padres»: la historia de Susana y cómo descubrió su verdadera identidad décadas después de su nacimiento

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En setiembre de 2008 conoció a su verdadera mamá, y su versión de lo sucedido.

Susana Brasil es una mujer de 53 años que en 2001 descubrió que las personas a quienes había llamado mamá y papá durante 31 años no eran sus verdaderos padres.

Tras una larga búsqueda encontró a su madre biológica. Ella le dijo que luego del parto le aseguraron que su hija había muerto al nacer.

Este es el testimonio de Susana Brasil. Hasta ahora no lo había dado a conocer con su nombre y apellido, en parte por temor y en parte porque le llevó mucho tiempo procesar su historia.

La historia

Corría el año 1970. El día 19 de abril nació una bebé, Susana era su nombre. Esa niña fue criada en un hogar en Las Piedras (Canelones), en una familia donde su padre era militar y las reglas eran como las de un cuartel. Faltaba el amor y sobraba la violencia, recuerda esa niña, que hoy es una mujer.

“Yo tenía que estar en mi cuarto. Me decían que yo tenía que estar en mi cuarto y estudiar. Tenía que pedir permiso si quería salir al patio, no tenía permitido escuchar radio o mirar televisión”, recordó Susana en diálogo con Telemundo.

Ver amigos no era posible y los castigos dejaban marcas. Y recuerda un día en particular; cuando su padre creyó que ella le había roto su máquina de afeitar. “Entró al dormitorio y me azotó con la hebilla hasta que se cansó”, rememoró.

Tanto dolor y la frase repetida “maldita la hora en que naciste” la hicieron sospechar o aferrarse a la idea de que quizás aquellos no fueran sus verdaderos padres.

Pero recién después de abandonar el hogar y tener su propia familia ahondó en el pasado de su vida. Tenía 31 años cuando su tía Elsa le confesó que no era hija biológica del sargento 1° Ruben Brasil y de Olga Lenzi.

“Se pone en comunicación conmigo y me dice que tiene que hablar conmigo. Coordinamos y fui a verla. Su hijo había fallecido en Argentina. Lo primero que me dijo cuando llegué a su casa en Montevideo fue: ellos aparecieron contigo, cuando tenías tres años, en Artigas. Ellos no son tus padres”, afirmó Susana.

La noticia confirmaba sus sospechas, pero había más interrogantes. Así, recurrió a otro familiar, el hermano de la que hasta entonces creía era su madre, su tío Berto.

“Me dijo que no tenía mucha información ni mucho para decirme. Pero sí me dijo que recordaba que una vez mi padre le había dicho que iban a adoptar a una niña de una casa-cuna, y que un jefe le dijo: ‘Mirá, Brasil, no te apures, que nosotros sabemos de una niña muy linda’. Esa fue la única información que me dio”, recordó.

Con esos datos se fue en busca de su partida de nacimiento. “Esa partida decía que yo era legítima de Ruben y Olga, con una legitimación adoptiva terminada en 1978”, contó Susana, y agregó: “Me llamó la atención que había dos testigos de profesión militar, y tanto mi padre como los dos testigos daban como domicilio de casa la dirección de la panadería militar donde él trabajaba, de avenida Aguilar y Agraciada. Pero él vivía en Las Piedras”.

Para Susana eso fue sospechoso, pero necesitaba avanzar más, necesitaba saber los nombres de sus verdaderos padres. Tras enfrentar a sus padres de crianza, le dijeron que había sido abandonada y que ellos la adoptaron.

Su madre de crianza le dijo que si le confesaba quién le había contado la verdad le diría sus verdaderos apellidos: “Lo único que le dije fue que la persona que me dijo la verdad ya sufrió demasiado, que no le iba a dar el nombre ni datos. Y ahí me dijo, y por primera vez escuché mis verdaderos apellidos: Astorga Casaravilla”.

Con eso, había encontrado su identidad, pero faltaba encontrar a su verdadera familia.

Encontrarse con su verdadera madre y enfrentar a quienes la criaron

Con sus apellidos y gracias a conocidos en la Corte Electoral que la ayudaron, Susana llegó a dar con el nombre completo de su padre, su madre y una hermana.

“Esa información que tuve a partir de la Corte Electoral me dejó saber que tenía una hermana que se llamaba Miriam. Los otros datos que encontré fueron su número de credencial y la serie, y una dirección”, contó Susana.

Buscó a su hermana sin éxito en esa dirección que figuraba, pero venían las elecciones departamentales de mayo de 2005 y se le ocurrió una idea.

“Llamé a informes 2020, les dije que era Miriam y el apellido, con tal credencial, y que quería saber dónde me tocaba votar. Y me informaron dónde, en qué mesa. Ahí dije: es mi oportunidad”, recordó.

Con la complicidad de los integrantes de la mesa de votación que le indicaron cuándo llegó su hermana Miriam, se pudo acercar a ella.

“La esperé afuera. Cuando salió del circuito, me paré frente a ella. Y le dije: ¿tú sos hija de Teresa Casaravilla? Me dijo que sí, pero que estaba muerta. Y me preguntó quién era. Y le dije: ‘yo también soy hija de Teresa”, contó Susana.

Aquel encuentro se transformó en un almuerzo y una sobremesa. “Mi hermana no tenía idea de mi existencia. Porque en un momento ella reaccionó y me dice: ‘la hermanita Susanita se murió’. Yo la quedé mirando, y ahí me contó que sus padres, Carlos y Teresa, se habían exiliado porque ellos militaban, y los perseguían y los detenían”, agregó.

Pero ni Susana ni su madre estaban muertas. Miriam, su media hermana, hija solamente de su madre y sin papeles suficientes para salir del país, quedó al cuidado de una vecina cuando su familia huyó a Argentina en 1974 y no hubo reencuentro. Por eso su hermana creyó que su madre estaba muerta.

Susana siguió buscando, apeló a organizaciones sociales en Argentina y un uruguayo allá llamado Ángel encontró a su madre y a otros dos hermanos.

“Ángel me preguntó si estaba sentada, porque me dijo que estaba del otro lado del teléfono con mi mamá y mi hermana. Fue increíble”, contó.

Finalmente, en setiembre de 2008 conoció a su mamá. “Estaban ahí, en Puerto Madero, esperándonos. Estaba mi madre, bajita, gordita, canosa, con pelo corto. Y estaba mi hermana con su hijo en brazos”, recordó.

Según le contó su madre, vivió todos esos años pensando que su hija había muerto al nacer en el Hospital Pereira Rossell.

“Ella sintió llorar a la niña, llegó a verla, pero le dijeron que se la tenían que llevar porque estaba mal, porque estaba moradita”, dijo Susana sobre el relato que le contó su madre, y agregó: “Le dijeron que la niña siguió mal y que había fallecido. Y le mostraron el cuerpo de una criatura”.

Luego de estos episodios, vino la fase de cotejar el ADN, que dio 99,9% de coincidencia. 

Y además, a eso le siguió el reconocimiento de la verdad por parte de aquellos a los que creció llamando papá y mamá

“Empezaron a contarme que mi madre estaba detenida y que eran una pareja de subversivos, y que las Fuerzas Conjuntas tuvieron que sacarme”, recordó Susana.

“Les prometieron que nunca se iba a saber la verdad, que se quedaran tranquilos, que la nena nunca iba a saber la verdad”, agregó.

Fuente: Teledoce

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