El país que sancionó y ridiculizó al 9 uruguayo, terminó masticando bronca en una jornada histórica e inolvidable para la Celeste.

Uruguay llevaba 44 años y 15 partidos sin victorias por Copas del Mundo sobre selecciones europeas. Desde el agónico 1-0 ante la Unión Soviética por cuartos de final de 1970, la Celeste no se imponía a equipos del viejo continente. Hasta que apareció el hoy máximo goleador histórico para hacer historia y cortar esa racha.
Luis Suárez, luego de perderse el 1-3 del debut ante Costa Rica por no estar a pleno, le metió un doblete a Inglaterra contra todo pronóstico. El 22 de mayo fue intervenido de un menisco e inició una rehabilitación maratónica y a contrarreloj junto a Walter Ferreira, el kinesiólogo que dejó de lado su propio tratamiento contra el cáncer para ayudarlo.
Corrían 39 minutos en el Arena Corinthians, con el score 0-0, y cayó la primera emoción. Edinson Cavani puso un centro perfecto y Suárez cruzó un cabezazo para hacer estéril la volada de Joe Hart. El balón todavía no había besado la red y el de Salto ya lo estaba gritando. Él sabía que era gol, y sabía cómo y con quién celebrarlo. La dedicatoria con abrazo incluido para Walter Ferreira, el Manosanta, dio la vuelta al mundo en minutos.

El segundo tiempo tuvo de todo. Desde el desmayo de Álvaro Pereira, quien no aceptó ser sustituido y siguió jugando pese a que el médico recomendó la variante, hasta un tranque de cabeza de Nicolás Lodeiro, pasando por el gol del empate de Wayne Rooney a los 75’. La igualdad complicaba a los dos equipos porque ambos habían perdido en el debut.
Con el cansancio natural de más de un mes sin competir oficialmente, a Suárez se lo veía fundido. Cualquier entrenador hubiera optado por sacarlo, pero Óscar Washington Tabárez sabía que su presencia podía ser clave. Y ese pálpito maestro dio réditos a los 85’. Fernando Muslera sacó de arco, Cavani peleó por arriba, Steven Gerrard peinó mal hacia atrás y la pelota le quedó a él, en carrera y de cara con Hart. Fue bombazo, gol, festejo y triunfo.
Con la tarea cumplida, Suárez fue sustituido a los 88’ por Sebastián Coates ante el aplauso de uruguayos y brasileños, y el silencio de los ingleses. Ese país que lo sancionó con los tribunales de la FA por hechos racistas que nunca se comprobaron y lo ridiculizó con todo el peso y la saña de su aparato mediático, se quedó sin chances de avanzar de ronda por su culpa.
Cinco días después llegaría el mordiscón al italiano Giorgio Chiellini, que derivó en su sanción y hasta le costó a Suárez tener que irse del país como si fuera un delincuente. Con dos partidos jugados en Brasil 2014, le alcanzó para ser protagonista y mostrar lo mejor y lo peor de sí, como reflejo de una carrera que estaba por dar el salto de Liverpool a Barcelona.
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